sábado, 24 de diciembre de 2011

LA CULPA Y LA VOLUNTAD DE TRANSFORMACIÓN

Cultivar la rabia, guardarla, inhibirla, reprimirla durante tanto tiempo, califica nuestra sangre y nuestras entrañas de muerte y nos conduce directamente a la enfermedad.  La sensación que me llega de esto, es como de algo que está pasado, caduco, “revenido”, recalcitrante, que se encuentra dentro, dentro de las venas, arterias, conductos, e impregna todos los órganos, vientre, estómago, pecho, alma, no dejándonos ser libres, inhibiendo nuestras reacciones y manteniéndonos en un estado de culpa externa que a su vez, nos aparta de la original idea de la propia vida que busca mantenernos despiertos y ofrecernos la posibilidad de nacer de nuevo cada día, aprender, descubrir,  crecer y renacer.
Y unida a esta percepción de “cuánta rabia te tengo porque eres tu quien me está causando esto”, hay un corazón lleno de dolor que no aspira a sanarse sino a seguir buscando culpables. 


Y se cierra la garganta y se bloquea la expresión. Tanta rabia y dolor tengo que mejor que no hable y que calle, porque lo que saldría de mí quiere hacer daño también. Es un ciclo que se perpetúa, que tiene su origen en una culpa antigua, en alguna experiencia de vida anterior, en alguna historia familiar, que posiblemente no se reconozca, pero que es tan grande e invade tanto la experiencia de vida, que no puedes levantar la cabeza y mirar a los ojos, de frente. La persona la llama timidez, pero si esa timidez la haces consciente, debajo de ella hay una culpabilidad enorme, por maltratos y por desfalco. Y cuando alguien hereda estas situaciones del pasado, recorre su camino con esa carga a cuestas, sin levantar la vista, y en este caso, la persona no se siente culpable, sino que encuentra culpables feroces fuera, día tras día, cada minuto de su vida. Expresiones como “es que me están amargando la vida”, “a los demás les reconocen y a mi no”, “con lo que yo me esfuerzo, me canso, trabajo en exceso y es a la que menos la tienen en cuenta”.  Y cierto es que la persona intenta hacer las cosas lo mejor posible, buscar la perfección y así, lograr el éxito, o la consideración. Pero esa intención de comprender que todo tiene sentido, no nace en su corazón porque el amor no puede vibrar donde vibra el miedo y la rabia oculta. Es tan grande la creencia de “me estáis amargando la vida”, es desde fuera que se me obliga a sentir odio, son los otros los que hacen que…que no se puede llegar a la VOLUNTAD DE TRANSFORMACIÓN, al cambio interno.


Cuando alguien habla de cuán justificados están sus resentimientos,  sus agobios, sus amarguras, como consecuencia de la vida que ha tenido, un padre castigador, un jefe que no la ve, un mundo que la ha ignorado, podemos entrever a una persona que no ha comprendido cómo funciona el proceso de crecimiento y evolución que es la existencia. NO HAY CULPABLES fuera, pero los ves porque las culpas te atan dentro. Hay tanto sentimiento de culpabilidad, que quizás no lo puedas reconocer porque para ti esa es una forma de funcionar permanente. Hay un punto en que hasta nos parece que sentirnos algo culpables es de buena gente, considerados, amantes. Y para poder reconocer en ti esa culpabilidad que llevas grabada a fuego, como registro del alma, tienes la muestra de tantos culpables fuera, en tu cotidianeidad. HAY CULPABLES FUERA PORQUE NO PUEDES RECONOCER LA CULPA QUE ANIDA EN TI. Y reconocerla, NO TE HACE CULPABLE, simplemente te habla de una información que incorporas en tu sistema de registros, en tu inconsciente, que has heredado y proviene del pasado antiguo, algo con lo que te has de manejar, llevar a la consciencia y transformar, porque si no hace ese proceso, se hace cada vez más grande y necesita, en tu día a día, hacerse ver, hasta que puedas darte cuenta de que EXISTE. No importa si ya venías así “de serie”, si es heredado, si no recuerdas cuándo apareció, lo importante es RECONOCER, ACEPTAR Y DAR PASO A LA TRANSFORMACIÓN.
“Sí, esa culpa enorme está en mí, la descubro cuando me observo reaccionar, cuando me acusan fuera, cuando mi entorno se vuelve contra mí, cuando me pregunto ¿yo, culpable de qué?, cuando mi vida retrocede y vuelve a representar situaciones ya vividas, antiguas, círculos de los que parece que  no podré salir nunca, cuando repito el pasado, cuando parece que todo me cae encima, que todo me pasa a mí, cuando me siento culpable aún sin motivo, cuando siento vergüenza…”


Las culpas atormentan el alma, y construyen vidas de victimismo, incapacidad, inhibición, inmadurez, miedo. Generan grandes dificultades para enfrentarse a una supuesta autoridad, una autoridad que bien puede venir representada por una persona con la que nos sentimos obligados, un mundo que no nos dá opción y nos obliga a la amargura y la enfermedad,  personas que abusan de nosotros y situaciones externas que despiertan continuamente esa rabia que llevamos dentro y que nos obliga a “matar” con el pensamiento y que invade cada célula apagando su luz, obligando a no resplandecer, obligando a morir a la verdad, a la alegría, al poder femenino, a la armonía, al equilibrio justo, al don. EL SENTIMIENTO DE CULPA ES EL QUE OBLIGA, nada más. No existe ninguna autoridad fuera que nos pueda obligar, es esa culpa antigua la que te ha quitado tu poder y te mantiene sin fuerza, sin levantar la mirada, sin enfrentarte a nada, dolida, rencorosa y enferma.
Se puede reconocer entre todo esto, un patrón de víctima muy acusado. Cuando alguien llega y explica tantas desgracias, situaciones bloqueadas, tanto externo que me amarga, entristece, me carga, cuando parece que todo le pasa a ella, cuando se alimenta la queja, encontramos a alguien que no cree que tiene la capacidad, el poder y el derecho de decir: “¡basta, hasta aquí!”. Si nadie pone límites ahí, si uno no se incorpora y recoge su energía vital, si uno no puede llegar a plantearse que la RESPONSABILIDAD TOTAL de todas estas situaciones es de uno mismo, que puede aprender a tomar las riendas de su existencia y a crear circunstancias nuevas basadas en la renovación de los valores y principios de vida, que puede cambiar sus hábitos, que tiene derecho y le corresponde a él o ella cambiar viejas maneras de hacer y de actuar, que el universo, la propia vida, nos acompaña en todo este proceso. Si todo esto no ocurre, entonces sí que la vida se encuentra en las manos de alguien que no eres tu, y se vuelve hacia ti en un constante movimiento cíclico que te obliga al reconocimiento y a la aceptación o a seguir encontrando culpables fuera y dejando que las riendas de tu vida las siga llevando tu pasado.
El número 24/6 en Numerología, nos habla de que estancarnos en un sentimiento de culpa nos impide comprender qué es lo que debemos aprender para poder dejar partir este sentimiento.
En la antigua sabiduría del I CHING, el hexagrama 24 se denomina “El Retorno, el Cambio Decisivo” y nos habla entre otras cosas, de que no hay necesidad de dar paso al arrepentimiento si estamos dispuestos a mirar hacia dentro, si estamos dispuestos a reconocer nuestros errores y volver al camino.

Sea cual sea la culpa que llevemos en nuestro interior (y todos hemos llevado culpas disfrazas de otras cosas…), lo mejor que podemos hacer es reconocerla como parte nuestra (que no es sentirnos culpables por causa de ella), aunque no la entendamos, aunque no sepamos de dónde viene. Tomar consciencia de nuestros errores basados en los deseos del ego, en el orgullo, en la falta de humildad, y sentir desde dentro esas ganas, ese impulso del alma de conocernos a través de todo lo que hay en nuestra vida, querer escuchar y dejar entrar todos los mensajes que de una forma a veces extraña y difícil nos llegan del exterior y desear que sea nuestro Ser, nuestro espíritu, quien dirija nuestro caminar, que desvele nuestra luz, nuestra esencia, porque será el Ser quien nos descargue del pasado y borre y libere registros y se abra paso para decididamente DESPERTAR NUESTRA CONSCIENCIA e ILUMINAR NUESTRA EXISTENCIA.

Puedo imaginar,
La culpa como una cuerda que me ata, que me aprieta.
Quien si no mis creencias, mi ego, mis viejos hábitos,
han creado cordones de deuda desde muy atrás.
Puedo resolver,
puedo reconocer la trampa.
Puedo disolver y hacerme partícipe de mi karma, consciente de las consecuencias de mis actos, que se iniciaron hace mucho y afectarán la vida mucho más allá. Porque soy Yo, quien participa de mi Ser fuera del tiempo y me une al momento presente.
Elijo la libertad y por ello, me miro con bondad. Muevo todo el Amor que me colma agradeciendo a mis ancestros por ofrecerme esta oportunidad, este reconocimiento de almas participando del mismo Océano. Reconociendo su don por experimentar aquí, en la Tierra, donde los cuerpos son muestras de Armonía, Ternura, Apertura, y donde la Madre de todos nos regala, nos nutre, nos alimenta.
Me perdono y saldo mis cuentas. Abandono mis quejas y que hago cargo de mi, como niña, como mujer, como Ser. Me reconozco como la única responsable y directora de mi orquesta. Acojo el poder que me corresponde y me abrazo y me acojo por ser quien soy.
La Madre Tierra despierta en mi al Padre Cielo, me comunica con mi Esencia divina, me acuna y me sostiene, para que nada me falte, para que lo tenga Todo, para que sienta que no hay nada fuera de mi, que soy completa y puedo ya, fluir con la vida y dar paso a mi Don.


1 comentario:

  1. Querida Ana

    me gusta... me llega el párafo que dice " sera el ser quien nos descarge del pasado y borre registros..."

    un beso y un abrazo

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