domingo, 18 de diciembre de 2011

DESPIERTA MI CONCIENCIA

Dentro del caos y la confusión de estos momentos, voy encontrándome. Noto que la inspiración me esquiva y que de mi vientre próspero no fluyen las conexiones a las que estoy acostumbrada. Vivo momentos de transformación tan repente y desigual, extremos que se tocan en sus puntas, inicios que aroman a final. Me gusta, sin embargo, que el universo en movimiento sea mi guía. Que los amaneceres no impregnen profundamente mi experiencia y que los sonidos de las hojas de otoño al caer no me despierten. Que pueda unirme al desenfreno al mismo tiempo que me mantengo caminando hacia mi don. Creo experiencia nueva constante. Dejo de seguir a lo que antes creía, no hay nada que encaje en mi nuevo mundo de saltos y  amo las brillantes espirales que acabo de descubrir en mí. Apenas me reconozco pero apuesto por mi nuevo yo. He dejado atrás tesoros de luz pero no me importa, hay tantos nuevos que me esperan… No quiero refrenarme. Soy tanto…Y se que pongo el pie en un espacio cuántico lleno de sorpresas y estoy decidida a probar suerte y a ser otra. La misma renovada, con un equilibrio más justo, una armonía que necesito menos, una paz menos lenta, unos sueños más cercanos. Ya no me creo un mundo repetitivo, de pensamientos que proclaman apagones. De sentimientos que desestiman en vez de potenciar. De voces que se adaptan y no proclaman la verdad. De miradas que esconden y no miran dentro, que no traspasan. De precariedades que reprimen mi abundancia natural. De oscuridades que me creo y me confunden y me desvelan menos en vez de más. No me creo un mundo donde se obliga a las mujeres a controlar sus instintos, su vida, su luz y a no gritar. De reprimir todo lo bueno y tener que luchar para defender quien soy.
Y entre todas estas fuerzas cósmicas que me contagian, y en plena muerte de mi misma, elijo poder vibrar a mi manera, alumbrar ideas, pasear por tierra roja, beber de cálices de oro, empujar motivos generosos, servir a la vida que brota día a día, amamantar la tierra de nuestras madres, acompañar sus recuerdos en nuestros cuerpos, acunar sus miedos que son los nuestros, abrazar sus derrotas, liberar sus culpas, retornar al perdón, priorizar estar, compadecer en pie, hablar todo lo que sé.
Y como si fuera poco, me descubro apasionada por lo que vendrá, por lo que nunca ví. Y ya una vez aliada a lo desconocido, abro todas las puertas, cambio las cerraduras y tiro las llaves al fondo del mar…


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