miércoles, 6 de diciembre de 2017

Al encuentro de la propia luz

Pareciera como si, después de haber viajado a la sombra, despertar a la luz fuera un paso difícil, costoso, cegador. Después de transitar la oscuridad, de verla fuera como una muestra clara de lo adentro, después de aceptarla como parte integral de la vida, respirarla, sin evitarla o huirla, después de abrazarla, renacer a la luz se convierte en un nuevo proceso con sus altibajos, confusiones, desequilibrios. 
Amanecer al encuentro de la propia luz, puede sentirse como un echar abajo un muro que refleja sombra, un obstáculo férreo, o bien un pasillo estrecho que comunica la mente consciente con la inconsciente, y aprieta.
Hay momentos en que te vives como el sol de la consciencia y temes caer terraplén abajo en la ya conocida oscuridad. Y es un proceso que se transita paso a paso, momento a momento, día a día, y tiene como objetivo ese nuevo amanecer.
En realidad es una etapa sagrada en el camino espiritual, para integrar luz y oscuridad, día y noche, vida y muerte, como parte de la Vida que nos vive y nos habita y que Es. Un sendero a la completitud del ser humano, un aprendizaje intenso que apenas conocemos como parte del vivir y que se hace duro por desconocimiento, por la falta de claridad en la que lo experimentas, por el estilo de vida.
Tengo la ilusión de que en cualquier momento, la vida sea talmente compartida, en unión, en apoyo, acompañándonos unos a otros en esa toma de conciencia de la belleza de todo tipo que somos, compartiendo los frutos de anteriores viajes, maduros y jóvenes sustentándonos, representando hilos de luz y amor que ofrezcan la seguridad de un proceso guiado, donde los abrazos sean una vuelta al útero, a la tierra, a la naturaleza que todos somos.

Enfrentar la vida

En el sorprendente proceso de conocerme, me descubro como una aventurera intrépida... en lo que se refiere a mirar adentro, mientras amanecen miedos extraños al mirar y moverme en el exterior. Y se hacen tan reales, que traspasarlos me cuesta un acto de consciencia y amor muy nuevos, sobretodo porque siempre me ha sido más fácil poner el amor fuera de mi.
La hora de bendecirse a uno mismo y darse amor verdadero, es un momento de despertar que no permite que aflojes, que disimules,que huyas de tu verdad, lo tienes que enfrentar. Y es acogiendo minuto a minuto lo que se va despertando, sea a través del cuerpo, en forma de sensaciones, de síntomas, de dolor, a través la mente, habituada a ocultar y autoengañarnos, a través de las emociones que no permitimos, para ir a negar, justificar, culpar fuera, sin darles paso, aceptación y reconocimiento.
Hoy me desperté sintiendo con fuerza que todo nace en mi, a pesar de las evidentes apariencias del mundo físico. Esa nueva responsabilidad me completa, me hace sentir entera y no a trozos, como me ocurre otras veces en mi viaje. Me hace mucho bien en este tiempo, darme cuenta de que yo puedo hacer algo, que está en mis manos la transformación que está ya ocurriendo. Que es mi propia vida la que permite para mi este viaje hacia la consciencia, un viaje infinito lleno de recuerdos que me llevan a asumir lo vivido y a recordar aquellos dones que se quedaron encerrados y que ahora es momento de abrazar otra vez.
Parece mentira, pero es más fácil ir haciendo que abrir los ojos del corazón al ser divino y completo que somos. A veces la mente nos la juega haciéndonos creer en talentos que no vibran a través de la consciencia del corazón, y que, aunque válidos, precisan de un enrraizamiento profundo a la vida y al sentir para desplegarnos las alas y alzar el vuelo mientras nos vivimos aquí, en carne y hueso. Todo aquello que descubres a partir del sentir, abriéndote a la vida sin huidas, dando la bienvenida a todo lo que ocurre en ella, es un hermoso acto de amor único, que tanto necesitamos cada uno de nosotros y como colectivo, porque es la fórmula para ser la paz que buscamos y experimentarnos como Amor.

Naturaleza y esencia

He salido hoy con la intención de recoger hojas rojas de otoño, como hago cada año, para llevarme así un trocito de campo a casa y representar la madre tierra en mí. Sin embargo, había tanta diversidad de hojas, cada una con su propio color, forma, medida, que he ido recogiendo y abrazándolas como hago ahora con las emociones y situaciones de mi vida. Todas me sirven, no hay buenas o malas, todas son. Después he visto las florecillas lilas caídas, tan hermosas, que las he añadido.
Por un momento, me he dado cuenta de que estaba desechando aquellas que no estaban perfectas, que tenían partes marchitas, o quemadas por el sol. Y he decidido recogerlas, recordándome en los tantos momentos y estados del día, a ratos viva, a ratos caída y sombría. Qué belleza la manera en la que la naturaleza se comunica con nuestra esencia. Qué lecciones sencillas e importantíssimas están disponibles cuando estás presente, a pesar de síntomas, ansiedades y tristezas. Alguien me dijo hace poco que, para volver a conectar con el amor, me centrará y visualizará a alguien o algo por quien lo sintiera y fuera respirándolo y trayéndolo a mi corazón.
Como ahora todo me afecta de formas desconocidas y me siento confusa o siento miedos, lo que encontré para visualizar sintiendo, fue la imagen, el olor y sensaciones corporales al contemplar las hojas de otoño que forman mandalas al caer de los árboles. Ese Amor natural me colma el corazón y me lleva a sentirme unida al mundo, a la tierra, a todo. Y eso me maravilla, me nutre y me cura.

Todo es luminoso

Hoy he disfrutado creando bonitas hojas con papel de scrapbooking que dejan su huella en estas imágenes, que traen la naturaleza al interior de mi hogar. Echaba de menos esa visión, el olor, las sensaciones que producen a través de mis sentidos, viajando directamente al alma, esa bella alma mía que está recogiendo tanta fortaleza en esta etapa de mi vida. Cuanto poder y magnificencia vamos reuniendo, mujeres y hombres, mientras vivimos. Pocas veces somos conscientes de los potenciales que desarrollamos y que no son aquellos que nos venían dados y que habíamos imaginado, sino los que la propia vida despierta en cada uno de nosotros, momento a momento, día a día, etapa tras etapa, para traerlos a la conciencia, para que nos conozcamos a fondo, para sorprendernos y maravillarnos.
Siento que, todo aquello que no vivimos fluidamente, con alegría y amor a primera vista, también es luminoso. Que no es saludable esperar ser felices tan sólo cuando todo fluye fácilmente dentro y fuera de nosotros, porque hay muchos momentos que son diferentes, donde la alegría no es la protagonista, donde la tristeza se ha instalado cómodamente y se niega reiteradamente a marchar. O como cuando no consigues conseguir estar bien, y te sientes extraña dentro de ti misma, costándote mucho reconocerte en esa persona a través de la cual te estás experimentando. Se hace duro, pero la guía que me llega desde hace tiempo, es que no nos apeguemos a los papeles, a los roles, a las personalidades, que las vidas son muchas y desde el ser podemos apreciarnos como lo eterno, lo siempre permanente.
Que esa dificultad para reconocer a la que antes conocía como yo, me desidentifica, y me conduce a despertar la divinidad que yo soy, sin apegos y sin condiciones.
El amor que voy conociendo ahora es muy diferente al de otras épocas, más real, más presente, menos alegre pero de alguna manera pleno, y, aunque a veces me genera vértigo, cuando no está, lo echo muchísimo de menos.

Dejar atrás el pasado

Busco el equilibrio entre el soltar el pasado y mirar hacia delante sin quedarme atrapada en nostalgias, recuerdos, imágenes, emociones. Sin embargo, cuando percibo el enfocarse, el avanzar sin mirar atrás, hay algo en mi que se siente incómodo o no del todo conforme. Porque lo que siento que necesito es progresar en mi camino sin volver a ignorar. Como si hubiera una posible ceguera que impidiera que el pasado en el presente fuese una realidad, y que obstaculizara asumir aspectos de lo vivido que he de contemplar, aceptar e integrar.
En este momento en que elijo salir de mi pasado para caminar con determinación, elijo también el no ignorar, el abrir bien los ojos y la mirada, la del corazón, la del estómago, la del vientre, para acoger en el presente lo que será pasado, para no seguir cargando y acumulando emociones, dolor, estados que necesitarán en algún momento ser reconocidos, vistos, asumidos. Es como vivir al día sin dar la espalda a lo que me surge dentro, sin huidas, presenciando, aunque me cueste o sea molesto. Creo que el estar presente en todo lo que en mi vida me ocurre, llegará a ser un bello y saludable hábito, que emanará una felicidad especial, como la que ya empiezo a sentir ahora. Tranquila, verdadera, honesta.

pectos de lo vivido que he de contemplar, aceptar e integrar.
En este momento en que elijo salir de mi pasado para caminar con determinación, elijo también el no ignorar, el abrir bien los ojos y la mirada, la del corazón, la del estómago, la del vientre, para acoger en el presente lo que será pasado, para no seguir cargando y acumulando emociones, dolor, estados que necesitarán en algún momento ser reconocidos, vistos, asumidos. Es como vivir al día sin dar la espalda a lo que me surge dentro, sin huidas, presenciando, aunque me cueste o sea molesto. Creo que el estar presente en todo lo que en mi vida me ocurre, llegará a ser un bello y saludable hábito, que emanará una felicidad especial, como la que ya empiezo a sentir ahora. Tranquila, verdadera, honesta.

Amar lo femenino

Copio aqui, en el blog, algunas entradas de mi Facebook,Ana Villanueva Arbol de la Vida, para compaqrtirlas con personas que no lo sigan.

"A veces percibo una oscuridad en el lado izquierdo de mi cuerpo, lo femenino, que reconozco, no tan solo a nivel personal, sino como frecuencias de lo colectivo, algo que tiene relación con cómo nos hemos visto y sentido las mujeres durante muchos tiempos. Sombra, rabia, autodestrucción, vibraciones que generan irritabilidad, descontento y resentimiento.
Lo femenino es fuerte, es noche silenciosa, es recipiente, es inteligencia intuitiva, es sabiduría.
Esa oscuridad que percibo y que lucha entre permitirse salir y ser sentida, es cómo nos hemos visto  a nosotras mismas, encerradas en la impotencia, en la insalud, guardando el dolor en nuestros cuerpos, nuestros úteros.
Y seguimos ahí en algunos aspectos. Todavía hay partes nuestras incapaces de reaccionar ante el abuso. A veces no sabes cuándo es abuso y cuando no lo es, cuando has de poner límites y cuándo te lo estás tomando muy a la tremenda. A veces las mujeres reaccionan de antemano, defendiéndose o protegiéndose en exceso, impidiendo la relación consciente, la comunicación en presencia, la verdadera conexión con el otro.
Otras veces nos amordazan caparazones, bloqueos, que nos mantienen atadas inconscientemente, viviendo entre muros de miedo antiguo, de desconcierto, protegiéndonos de lo que provocó nuestro olvido.
A veces, se vive sin voluntad clara y sin dirección interna. Se vive mucha vida sin ser conscientes de aquello que ha quedado congelado en algún momento del pasado.
Encuentro que es muy hermoso y reparador acercarse a una misma, en soledad o en compañía, con la intención amorosa de abrazar nuestro vientre, nuestro corazón, nuestra alma, hacernos vibrar a través del canto, de la risa y del llanto, y sanar nuestra decepción, el dolor, la confusión, el miedo a la vida y a la muerte, porque somos para nosotras nuestra alma gemela, nuestra más presente amiga, a quién más y mejor sabemos en realidad, amar."

lunes, 14 de noviembre de 2016

En mi viaje hacia la sensatez

En mi viaje hacia la sensatez, me descubro entre la evasión, la desconexión, la risa enloquecida, los barbitúricos mentales y el deseo de felicidad, el estar, el ser.
Y en el camino se desata mi sombra, asombrada de ser percibida, reclamando amor. Negación, búsqueda de la luz, reconocimiento de desechos, náuseas, me acosan.
Y viajando hacia la realidad, llena de agobios, desgaste, miedos, sinsaber, dolor, el reencuentro de mi, fortaleza, consciencia, amor.
Corriendo hacia la luz sin huida.
Aceptando los pasos del camino.
Viéndome en todo, abierta a no ocultar, a no reprimir, a no ahogar, a no tapar sistemáticamente, a mostrarme, a dejarme ver, tal cual.
Luz y oscuridad, verdad.
Cuanta más verdad de mi, más presencia.

Y experimento que me sienta bien, que agradezco no tener que estar siempre fuerte y dispuesta. Permitirme pedir apoyo, acompañamiento, luz para el proceso, atención, cariño.
Eres fuerte hasta que dejas de serlo o estarlo. Y para recuperarte necesitas sentirte amada, mimada, requerida, poder expresar la necesidad.

Hay tanto por dejar salir...residuos de mi historia.
Ahora hasta amo mi ego, tan glorioso, diligente, vistoso a veces y otras tan escondido, pequeño. El ego que lleva mostrándome a mí misma toda una eternidad, con tanta claridad...hoy te lo agradezco, fiel secretario de mi esencia, trabajador incansable e insistente.
Cuánta belleza humana se despliega entre visiones, estados raros, pálpitos, emociones incontrolables, pesar, desesperanza para volver a esperar, teñidos, engaños, y también sonrisas, brillos, ternuras, sabiduría.
Viajando hacia la esencia, esta vez obligada para no escapar, descubro parajes derruídos, lúgubres, sin sol. Paisajes de luna negra de puro recogimiento. Lugares intermedios, tranquilos. Espacios desorientados, tristes, confundidos. Y momentáneos pasajes resplandecientes de luz intensa, de acuerdo, de recuerdo, de paz, amorosidad, armonía y serenidad.
Voy, recuperando mi voz, silenciosa o a gritos. Todo está bien, entrando y saliendo del lodo, del apego. Y tocando en breves instantes la luz del sol que se abre, luminoso, para sanarme, para que me de cuenta, para que corra de mis trampas, para que tome mi libertad y viva desde la consciencia, eternamente agradecida y renacida.