jueves, 19 de febrero de 2015

EL PODER DE NACER

 
Ayer empecé a preparar el próximo encuentro de la Formación, y de nuevo tuve una experiencia vibracional intensa que me ha hecho preguntarme muchas cosas y que me confirma lo que he percibido algunas veces a través de un Árbol de la Vida Individual.
Ayer fue día 18 y tanto en el Árbol de la Vida de la Cábala como en el Tarot, el sendero 18, que une las esferas Netzaj y Maljut, se relaciona, entre otras muchas cosas, con el embarazo, con el cuerpo físico y con las huellas que se graban en el cuerpo, estados emocionales intensos y la experiencia de la percepción de la densidad de la tercera dimensión en la Tierra.

Empecé encontrándome mal de pronto y me he despertado esta mañana conectada con mi cuerpo emocional.  He revivido el dolor del parto de mi hija, no desde mi experiencia sino desde la huella vibratoria de ella, cómo quedaron grabados en su memoria los momentos antes de nacer, todo el trabajo de las contracciones uterinas.
"Tengo el cuerpo dolorido, es un dolor concentrado y muy intenso, tiene frecuencias de locura, desesperación momentánea o contenida y me recuerda a las frecuencias de fibromialgia, en el sentido de que traspasan límites. Hoy siento el cuerpo agotado, no físicamente, sino emocionalmente aunque en el cuerpo,  abriéndome a sentir por completo para no guardar y cargar. Me pilló desprevenida tanto dolor, las contracciones no eran como me habían contado sino que se amontonaban y apenas encontraba el espacio para respirar. Eran muy dolorosas. Precisamente por eso fue un parto rápido. Me planteo hoy, al revivir el dolor, cómo se impregna el dolor de las contracciones en la materia, en el cuerpo del bebé que va a nacer. Cómo afecta al bebé esa intensidad emocional, todo lo que vive en ese momento donde tu cuerpo toma el mando para poder hacer nacer. Donde el cuerpo parece resistir más allá de lo que nunca hubieras imaginado. Cómo se dá y se entrega a ese movimiento imparable tan lleno de fuerza y de vida. Tanto poder en cada contracción. Es hermoso si incluyo en esa densidad de  la experiencia del nacimiento, la mezcla de emociones tan variadas, la esperanza, el amor y la belleza del cuerpo que conoce a la perfección como traer a la luz la creación compartida de la tierra y el cielo.
Quisiera liberarnos a las dos del dolor vivido como sufrimiento, ese descontrol y dolor intenso, ese que posiblemente ha generado culpas.


También hay implicados muchos pensamientos del momento. "No voy a poder, me duele demasiado, me voy a morir, no lo voy a poder aguantar, no puedo respirar". "No voy a tener más hijos hasta que olvide este dolor". Creencias que han permanecido en mi y en ella desde entonces y que han formado parte de la realidad creada desde el inconsciente en nuestras vidas."
¿Qué quedará grabado respecto de la madre en el bebé? ¿Venir al mundo causa dolor a mi mamá, sentimientos de culpa por hacer daño, desear nunca causar dolor a nadie más y ser una misma la que siempre reviva ese dolor?

¿Llevamos grabado en el cuerpo los dolores el parto de nuestra madre?
¿Cómo se experimenta, por ejemplo, que el bebé nazca de un útero fuerte y maternal pero inmaduro a nivel emocional?

¿Y si la experiencia del nacimiento ya la podemos relacionar con el plan del alma del ser que está encarnando?

¿Y si sanáramos las heridas de nuestros partos como madres y nacimientos como hijos, no sólo físicamente sino a un nivel profundo, donde reconociéramos al mismo tiempo que son parte del camino?
Podríamos honrar las cicatrices de nuestra vida, desde el propio nacimiento.

¿Y si la madre desde el acogimiento del amor, expresara ese deseo de liberar al hijo de la experiencia dolorosa, intensa o a veces traumática que es el parto? No porque lo sea en realidad sino por cómo lo vivimos muchas veces, por el desconocimiento de muchos, por los miedos que se despiertan y por las intervenciones de abuso muy comunes. Aunque la madre en su recuerdo contemple el amor de mirar a los ojos a su hijo, ha vivido durante el preparto y el parto situaciones, estados emocionales duros, dolor físico, temor por la muerte, de ella o del bebé, desasosiego, angustia, en muchos casos. Por supuesto que hay otros muchos partos que son verdaderas bienvenidas a la vida.
Si llegáramos al punto de hacernos conscientes de lo vivido más allá de la mente en los nacimientos de nuestros hijos, podríamos reconocer un plan divinamente trazado que incluye a los dos, los tres y toda la familia. Si pudiéramos reconocer, aún sin llegar a conectarlo dentro, que esos hijos atraen por resonancia vidas externas que rememoran ese momento tan especial que es su nacimiento, y con el corazón les dijéramos, estando ellos presentes o no, desde el propio acogimiento:

"Te libero, te dejo libre del dolor, de la tristeza, del desamparo, del abuso, de la soledad, de todo aquello que sentí en tu parto. Te reconozco y me reconozco como amor, me quedo con todo lo bueno, con lo bello, con lo que nos unió, con el deseo de conocernos y de verme  y saberme encarnada en ti. Con el inmenso amor del encuentro. Disfruta  de lo esencial en el mundo y mírame de vez en cuando profundamente a los ojos para recordar quién verdaderamente eres y quien verdaderamente soy."

Por poco que pueda parecer a la mente inferior, este acto de liberación podría ayudar a cambiar vidas.