viernes, 14 de octubre de 2011

LUNA GUERRERA



Estos días la luna ha hablado diferente.  He salido por la noche a respirarla como me gusta hacer siempre en luna  llena. La respiro y la llevo hacia dentro de mí, permitiendo que su influencia sea total y me muestre todos sus dones. Esto ha sido un largo proceso, desde que empecé a relacionarme activamente con la energía de la luna hasta hoy. Ella  ha sabido mostrarme todos sus aspectos. He experimentado diversos estados emocionales, he recibido enseñanza y comunicado desde mi feminidad, abriéndome a todo lo que la Madre Luna quiere decirme y hacerme llegar. Percibir, sentir, apreciar, agradecer, ser, y vivenciar su influencia como un camino sinuoso e intenso hacia lo más profundo de mí, mis potenciales como mujer, mis aguas, ríos y  vertederos. Sí, también me ha abierto los ojos a aquellas creencias, actitudes, hábitos que han permitido que cargue con todo tipo de frecuencias bajas, densas, distorsionadas, mías y de otros, sintiendo mucha dificultad para reciclar y transformar todo lo tóxico en luz. Esto me habla de estancamiento y me ha mantenido encharcada o con los pies en el fango, atrapada en mi vida emocional, con mucha dificultad para elevarme como el águila que puedo ser y contemplar las experiencias como procesos globales con un sentido más allá de lo inmediato, desimpregnada de tanta emoción negativa, costumbres ancestrales y falta de visión.


Hace ahora ya algo de tiempo que percibo los aspectos femeninos sutiles, profundos, intensos de la luna, en su vertiente positiva. Reconecta y despierta mi útero guerrero y me proporciona una claridad instintiva, una dirección centrada e inamovible que me ofrece un camino, un sendero de luz tan sólo mío, que se abre paso entre vegetaciones exuberantes, calor húmedo, y me induce a dejarme guiar por la intuición del instinto, la sabiduría de todas las mujeres que me han precedido en la historia. Quiero que recale en mí esta huella, esta seguridad, firmeza, propósito, ese “saber que sabes lo que estás haciendo” digan lo que digan los demás.

Y de eso me ha hablado la luna estos dos días pasados, porque cuando la observaba, percibía un contorno en ella claramente delimitado. No se fundía como otras veces en el fondo, en el cielo. La primera vez me sorprendió, era como si quizás nunca me hubiera fijado en ello, pero percibía todo el contorno de la luna muy remarcado y al dejarme sentir, rápidamente recibía la frecuencia de la presencia. Era como si me dijera: “aquí estoy”, como si se hiciera más visible o presente que otras veces. Y de nuevo esta mañana al observarla, medio difusa por la aparición de su hermano sol, he vuelto a reconocer ese contorno y me ha hablado de límites. Estar presente y poner límites, me ha hablado del respeto y me ha enseñado a dejarme sentir hasta donde sí permito que alguien entre en mi espacio, hasta donde permito que una situación determinada se apodere del resto de mi vida, hasta donde dejo que todo me influya, en demasía, perdiendo el dominio de mis emociones. Al mismo tiempo he sentido, una necesidad de aventurarme a una forma de vida nueva guiada desde esa sabiduría de mujer guerrera, útero de luz, forma exultante y grabada de presencia, y me ha llevado a reivindicar mi forma natural de ser y a reconocer que es la feminidad lo que me hace aún más fuerte. He confundido durante largos tiempos la fuerza con una expresión de mi energía masculina desheredada y he permitido que mi natural femenino permaneciera a la escucha y expectante en la quietud a la espera de agarrar sus útiles reales, los de la defensa real y práctica, del día a día de las mujeres.

Siento hoy esa fuerza de la intuición del instinto llena de verdad porque permanece en contacto con la frecuencia del origen de mi energía femenina, que me alimenta  y es sostén en mis decisiones, paciente cuando decido al revés,  al acecho protegiéndome de la noche oscura, ayudándome a reconocer el camino equivocado, dónde está el peligro y qué es, dónde está el aprendizaje, quien es el maestro de mi vida, dónde reside la verdad de cada momento, y me induce al planteamiento de “quién manda aquí” y me nombra líder de una revuelta femenina de la que participan todas las madres, hijas, abuelas de mi linaje y del linaje de nuestra humanidad.

Y he aprovechado esta luna guerrera y despierta, marcando límites y diciendo: “aquí estoy yo” para enterrar todos los “debería” en mi vida de mujer, como madre y compañera, como hija, como persona, como ser. He permitido que los debería acuñados por los libros, por la corrección, por una falsa ética que no considera la pureza y la verdad genuina del ser, la comprensión en desequilibrio, la compasión nacida de la víctima y la dejadez, la falta de la expresión clara de mis necesidades reales, guiaran mi vida como en una profunda confusión de la que renazco con fuerza, limpia y sanada, feliz, femenina, llena de realeza y respeto hacia todo, con la magia que emana de un nuevo conocimiento de la vida y también de la muerte, porque en este nuevo despertar, se anuncia un nuevo gobierno dirigido por mujeres y también por hombres que aman de verdad y con consciencia, que apoyan su fuerza oculta y respiran a la espera de esa unión sublime de las fuerzas nutridoras de la Tierra con las fuerzas del Universo Creador.


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