martes, 6 de marzo de 2012

La sensibilidad y el amor...


A veces la sensibilidad es extrema. Y el exterior se convierte prácticamente en una amenaza. Todo te hace reaccionar. Y me pregunto por qué. Qué hay ahí fuera, en el exterior de mi misma que se vuelve tóxico. O si soy yo que reacciono a todo, que mi sistema  reacciona por hábito o por condicionamiento o por miedo. A veces pienso si no es como una especie de locura, una exageración, una pauta que engrandece o exagera todo aquello con lo que se relaciona. Y si esta exageración procede del ego, de las grandísimas ganas de que se le vea, como una forma de mostrarse, o procede del alma, que habla de que hemos de hacernos conscientes del mundo en el que vivimos,  de una necesidad de volver a lo natural y no manipulado, no distorsionado, a lo puro, a lo esencial. O quizás el Ser se vivencia pequeño y se siente indefenso ante tanta atrocidad, de mente, de corazón, de espíritu.
Me pregunto qué hace que me sensibilice tanto a todo que no me permite tener una vida práctica normal, si normal se refiere a poder respirar, a poder sentirse libre de historias, de cargas, a poder funcionar en la vida terrena, poder relacionarse sin miedo, alimentarse sin terror,  existir simplemente, participar de la vida.
Cuando llega un punto donde te planteas tener que ir con cuidado en todo momento,  qué lugares frecuento, con quién me relaciono, qué cosas me son tóxicas o a qué reacciono, qué potencia mi energía vital y qué me la quita, me llega la idea de si no será el mundo al que rechazo, o si no será mi miedo al rechazo el que necesita un mundo contaminado para rechazar con una buena razón, y aislarme con motivos, si será que acercarme a según qué o quién, me da miedo o pavor, porque quizás no sea aceptada por ser quien soy o como soy. Si en realidad, es que no siento el amor del mundo, de la vida, de la madre, de la Tierra…



Si es que me siento carente de afecto, de amor, de abrazos, y mi frontera con lo externo, con ese mundo quizás hostil, mi piel, mis pulmones, tan solo desea respirar amor, ese amor que te envuelve y te llega dentro, profundo, ese amor que te crees y que crea un mundo interior que te asienta en la vida, a través del cual los miedos son menos, y todo lo que te rodea coge otro cariz, porque todo se llena de alegría, de sentimiento, de luz, de propósito.

También está el reconocimiento, el poder verse a una misma como un Ser especialmente sensible. Alguien con una alta capacidad de conectar con estados fluidos de percepción, con otras frecuencias, con las cargas del inconsciente de los seres humanos, con todo lo que no es natural, ni para el cuerpo, ni para la mente, ni para el corazón. Es posible que sea pura, y esa pureza de mi espíritu necesite un entorno más sutil con el que relacionarse. Es posible que mi alma se aturda y se aflija al contemplar comportamientos que provocan dolor, toda la pérdida de vida en la que nos vemos envueltos o a veces sometidos por la inconsciencia. Hay tantos tóxicos, hay tanto que no es natural. La pureza de las personas, de las cosas, de los alimentos, de los pensamientos, de las emociones y sentimientos se perdió y ya no puedo volver a vivir en mí porque es demasiado, a cada paso que doy la naturaleza se ve perjudicada, aturdida, y de donde yo provengo no hay nada que se oculte ni nada que ocultar.

Todos somos sensibles, pero algunos lo somos de una manera muy acentuada. Quizás el reaccionar y que nos cueste respirar, funcionar, hacer vida normal, nos hable de ese miedo sutil a que nos hagan daño, quizás nuestro espíritu se proteja, y proteja a nuestro cuerpo de aquello a lo que él cree que no se podría adaptar. Cuando el Ser observa el mundo donde pronto aterrizará, reconoce dificultades, obstáculos con los que es consciente de que tendrá que enfrentarse y se lo piensa, y se lo piensa mucho porque no quiere encarnar y perder la consciencia de su plan, demasiada densidad, demasiado a lo que sentirse atrapado, campos de energía de vidas desdibujadas, traicionadas, adictas, secretas, asesinadas, abandonadas, no queridas. Todo lo que se vivió en nuestro mundo, el mundo real.
Siento que, si reaccionar a algo que me produce enfermedad o mala vida, despierta mi miedo, mi prudencia, mi atención, mi consciencia, quizás es que es eso lo que está en mis manos hacer, trascender y liberar. Mis miedos, desarrollar la atención consciente en mi, despertar, cambiar  hábitos perjudiciales y que son los usuales en este mundo o sociedad actual,  transformarme.

A lo mejor todo esto junto es por lo que los bebés solo quieren estar rodeados de los brazos de su mamá, de la que reciben por todos los canales posibles, el amor, el abrazo, el contacto piel con piel, expresiones divinas de reconocimiento, de verdad, de comunión, el vínculo.

A lo mejor es por eso que necesitamos permanentemente ese amor incondicional para vivir. Quizás necesitemos convertir a la Madre Tierra en esa madre que añoramos y de la que un día partimos. Una Tierra que nos une, nos cobija, nos nutre, nos ilumina, mucho más allá de nuestra consciencia, mucho más de lo que creímos una vez.  Porque de nuestra relación con la Madre Tierra podemos sentirnos seguros, por ella sentirnos amados, sentirnos en casa por fin. Y a lo mejor, podríamos mirar a esta Tierra como miramos hace mucho a los ojos de nuestra madre por primera vez, reconociéndonos como espíritu, como alma, a través de nuestro cuerpo físico, y dándole un hermoso sentido al estar aquí.

1 comentario:

  1. Al leer la inspiración no he podido evitar sentirme reflejada. La he leído atentamente intentando encontrar una respuesta o explicación ante mis reacciones a lo que me parece tóxico y me he sorprendido pensando que podría ser cualquiera de las que has mencionado. Ha sido al llegar a la foto de la madre con el niño y verla cuando he estallado y roto a llorar con un dolor y sentimiento de pérdida enorme. En esos momentos intento acordarme de tus palabras en otras inspiraciones, de los túneles que hay que pasar para dejar atrás lo que nos pesa, aceptarlo y dejarlo para continuar avanzando y aunque me esfuerzo por creer que al final está la luz y que lo conseguiré, no me veo capaz de soltar lastre, es como si formara parte de mí y no pudiera desprenderme de ello.
    Gracias por escribir y estar ahí.
    Gema

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