He salido hoy con la intención de recoger hojas rojas de otoño, como hago cada año, para llevarme así un trocito de campo a casa y representar la madre tierra en mí. Sin embargo, había tanta diversidad de hojas, cada una con su propio color, forma, medida, que he ido recogiendo y abrazándolas como hago ahora con las emociones y situaciones de mi vida. Todas me sirven, no hay buenas o malas, todas son. Después he visto las florecillas lilas caídas, tan hermosas, que las he añadido.
Por un momento, me he dado cuenta de que estaba desechando aquellas que no estaban perfectas, que tenían partes marchitas, o quemadas por el sol. Y he decidido recogerlas, recordándome en los tantos momentos y estados del día, a ratos viva, a ratos caída y sombría. Qué belleza la manera en la que la naturaleza se comunica con nuestra esencia. Qué lecciones sencillas e importantíssimas están disponibles cuando estás presente, a pesar de síntomas, ansiedades y tristezas. Alguien me dijo hace poco que, para volver a conectar con el amor, me centrará y visualizará a alguien o algo por quien lo sintiera y fuera respirándolo y trayéndolo a mi corazón.
Como ahora todo me afecta de formas desconocidas y me siento confusa o siento miedos, lo que encontré para visualizar sintiendo, fue la imagen, el olor y sensaciones corporales al contemplar las hojas de otoño que forman mandalas al caer de los árboles. Ese Amor natural me colma el corazón y me lleva a sentirme unida al mundo, a la tierra, a todo. Y eso me maravilla, me nutre y me cura.
Como ahora todo me afecta de formas desconocidas y me siento confusa o siento miedos, lo que encontré para visualizar sintiendo, fue la imagen, el olor y sensaciones corporales al contemplar las hojas de otoño que forman mandalas al caer de los árboles. Ese Amor natural me colma el corazón y me lleva a sentirme unida al mundo, a la tierra, a todo. Y eso me maravilla, me nutre y me cura.
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