Estos días la luna ha hablado diferente. He salido por la noche a respirarla como me gusta hacer siempre en luna llena. La respiro y la llevo hacia dentro de mí, permitiendo que su influencia sea total y me muestre todos sus dones. Esto ha sido un largo proceso, desde que empecé a relacionarme activamente con la energía de la luna hasta hoy. Ella ha sabido mostrarme todos sus aspectos. He experimentado diversos estados emocionales, he recibido enseñanza y comunicado desde mi feminidad, abriéndome a todo lo que la Madre Luna quiere decirme y hacerme llegar. Percibir, sentir, apreciar, agradecer, ser, y vivenciar su influencia como un camino sinuoso e intenso hacia lo más profundo de mí, mis potenciales como mujer, mis aguas, ríos y vertederos. Sí, también me ha abierto los ojos a aquellas creencias, actitudes, hábitos que han permitido que cargue con todo tipo de frecuencias bajas, densas, distorsionadas, mías y de otros, sintiendo mucha dificultad para reciclar y transformar todo lo tóxico en luz. Esto me habla de estancamiento y me ha mantenido encharcada o con los pies en el fango, atrapada en mi vida emocional, con mucha dificultad para elevarme como el águila que puedo ser y contemplar las experiencias como procesos globales con un sentido más allá de lo inmediato, desimpregnada de tanta emoción negativa, costumbres ancestrales y falta de visión.