Todo síntoma es una
demanda de AMOR.
Al otro lado del Amor está el
miedo. Para salir del miedo, necesitamos el Amor, Amor con mayúsculas. El amor
verdadero, el incondicional, el que presupone inocencia. El Amor que conlleva
la mirada fuera del Ego, el que fluye sin juicios, prejuicios y opiniones
personales. El amor que llega por vías no visibles y que al mismo tiempo se
nota, porque surge de las palabras que no coaccionan, que no menosprecian, que
no desvalorizan, a las personas. El Amor
se constata en las palabras de sostén, las que no buscan y hacen culpables, las
que solo con escucharlas, levantan el ánimo, reconfortan, son apoyo, son
comprensión, son curación, son verdad, verdadera medicina.
Si estoy mal, anímicamente,
emocionalmente, si me encuentro mal físicamente, y recibo un mensaje
peyorativo, me hundo. Incluso si ese mensaje peyorativo no lo escucho, porque
no me hallo presente, me llega, y me hunde. Me hace un enorme daño. Todo es
energía, ya lo dijo Einstein y otros tantos. Si piensas mal de mí y ves en mí
intenciones que tu inventas desde tu ego, me quitas mi energía, no me sostengo,
todo se me va abajo. Cada vez que sobre mí cae un juicio personal, extraído de
tu inconsciencia e ignorancia, me enfermas. Cada vez que repites una y otra vez
la mentira que sobre mí has inventado, me dañas. No me posibilitas recuperación
sino dolor y daños.
Fruto de la misma inconsciencia
está el que no lo veas, el que te permitas la grandísima falta de respeto de
verme y hablarme en detrimento. Cada vez que me enjuicias sin fundamento, y
siempre es sin fundamento dada la ignorancia y la falta de consciencia, me
inundas con tu abuso y tu falta de responsabilidad hacia los demás. No eres
consciente de tus grandes miedos, que son los que te empujan a juzgarme, a
verme de una manera distorsionada, a quitarme valor. Si no tuvieras miedo, no
necesitarías mermar mi autoestima, me verías como soy, con todas mis historias, aciertos y
equivocaciones.
Si me miraras sin
condicionamientos, sin proyecciones de ti misma, sin tantas limitaciones,
verías y sabrías que me doy. Verías mi amor inteligente, mi capacidad de estar
presente cuando se me necesita, te darías cuenta de que veo, más allá de las
apariencias. Cuando te quedas en suposiciones, me maltratas, y desde tu
posición laboral te aprovechas de mi necesidad. No existo para que me juzgues,
existo para que hagamos lo mejor, para
elevar nuestra comprensión de las situaciones difíciles con las que nos
enfrentamos en la vida. Tu puedes ayudarme, yo también a ti.
Yo no te falto al respeto, ¿porqué
tu a mí sí?
¿De dónde nace ese querer mirar a
las personas desde la dureza y la falta de conocimiento?
¿De dónde nace que creas que
tienes derecho a mentir sobre mí?
¿Y la verdad? ¿Sabes que también
es una posibilidad?
El miedo nos aparta del Amor,
queremos sin darnos, llenos de condiciones y falsas disciplinas. Sé sincera, te
sujetas a la disciplina y la dureza porque no te atreves a entregar todo el
amor del que eres capaz. Cuánto miedo de amar y cuanto disfraz. Cuando estás
cerca de una persona que ama, naturalmente, sientes ese estado, esa envoltura
que te tranquiliza y despierta. Cuando estás con una persona de la que
necesitas defenderte constantemente, es porque te ataca, te culpabiliza, miente
sobre ti y se miente a sí misma.
Tu inconsciencia y tu falta de
autoestima, tus grandes miedos, son tuyos, no me mezcles con ellos, me
contaminas. A las personas que son especialmente sensibles, vulnerables, les
enferma que las contaminen con la falta de verdad, con las suposiciones,
justificaciones morales, con las visiones egóicas, con la locura personal sin
perspectiva. A todas las personas nos enferma que nos rechacen sistemáticamente,
que nos miren equivocadamente, que nos malentiendan. A todos nos afecta,
energética, moral, emocional, mental y afectivamente que nos desprecien, y el
desprecio ocurre cada vez que faltas a la verdad y mientes.
La falta de comprensión, cuando
es algo constante, deprime, inhabilita, cierra. Y todos merecemos la
comprensión, o por lo menos el intento.
Que me malentiendan, me confunde,
que siempre me malentiendan, me duele, que me malentiendan durante años, me
desviste de mi fuerza personal y me enferma.
Es necesaria la verdad, es
conveniente desde luego, pero más que eso, es vital para vivir. Cierto es que
pertenecemos a un mundo que apoya las mentiras, los fraudes, los engaños, el
robo, el asesinato en todas sus formas, el que se ve y el que acaba en la
mente, pero precisamente por eso, es necesaria la verdad, esa verdad pura a la
que tanto giráis la cara.
Cada palabra que expreso, es
malentendida, pero no por falta de conocimiento, sino por tu visión
distorsionada de mí. Por tu fijación en encontrar faltas, todo, todo está
impregnado de tus propias creencias, de tu educación, de lo que has aprendido
sin cuestionar, de tu falta de empatía, de tus estructuras heredadas de una
sociedad que se muere. Cada vez, tus palabras y tu mente van en la misma
dirección, podría ser cabezonería, pero es que te enseñaron a mirar en una sola
dirección, y de ello es fruto tu falta de perspectiva, de amplitud de miras, la
cerrazón mental, tus cuestionamientos sobre mí.
No te enseñaron sobre la escucha,
esa escucha que la sabiduría femenina despliega, donde la mente descansa y se
puede sentir. Así es como podrás encontrar la verdad que necesito que veas, la
real, no la inventada por ti, sintiéndome, y no juzgándome en función de lo que
tu mente te dice que hago y que soy. Mírame con los ojos de la verdad, busca la
verdad, deja de llamarme engaño, obsérvate, mírate con consciencia, abre tu
mirada a la verdad que soy y descubrirás algo que nunca hubieras imaginado.
Tus estructuras mentales me
afectan, tus creencias inamovibles y caducas, me afectan, tus opiniones
injustas, me afectan, tus prejuicios, me afectan, tu dolor no desvelado, me
afecta, tus pensamientos, palabras y juicios me contaminan y enferman. Y eso me
ocurre a mí y a todos, a pesar de que no podamos o sepamos o queramos verlo.
Después de tanto tiempo de
mirarme sin progreso, sin avance, sin cambio, creo que es hora de un nuevo
planteamiento, y para resumir lo que merezco, hablo del respeto. De que no te
creas más que yo. De que no te creas mejor que yo. De que no me valores más por
las notas en un examen. De que cuando te
sientes frente a mí, te sientes delante de otra mujer, con una historia
diferente a la tuya y al mismo tiempo muy similar. Que me hables con
deferencia, con respeto, que tus palabras salgan del deseo de colaborar y no de
defenderte de mis necesidades. Que no hagas suposiciones de lo que hago y de lo
que no, que apuestes porque cumplo con lo que se me pide.
Veis a las personas desde una
perspectiva subjetiva y única, valoráis cada situación por igual, porque
supongo que para eso estudiasteis y os prepararon, para encasillar a cada uno
de nosotros en una imagen preconcebida y falta de absoluta realidad.
Vivimos en un mundo falto de
Amor, de Amor verdadero, ese que contempla la presunción de inocencia, el que
llena los ojos de comprensión, donde no hacen falta las palabras, y mucho menos
las palabras que excluyen, que infravaloran y que destruyen.
Así que, a partir de ahora, solo
te escucharé, sentada frente a ti, cuando me mires como a una igual, cuando
reverencies tanto como yo las sanas intenciones, cuando abras tus oídos a la
verdad que te muestro, cuando estés presente, cuando quieras que la ayuda, sea.
Es una gran oportunidad, sobre todo para ti que, acostumbrada a sostener
juicios, prejuicios, moralidades, presunciones y suposiciones, te has faltado
tanto al respeto.