Jugábamos el otro día
al parchís, y nada más empezar comencé a sentirme mal, hubo un movimiento de
energía, un cambio de estado interno que me llevó, por fin, a conectar con una
frecuencia que reconozco en mí a momentos y en la que necesitaba profundizar o
quizás descubrirla de otra manera, porque es el último paso de una frecuencia o
registro de depresión con la que he estado trabajando durante tiempo. Sanando
en forma de cebolla, una capa, y luego otra, y luego otra. Jugando, se reveló
con todo su poder, la sensación energética era como si me fuera para abajo y
para adentro, como si me recogiera o mejor retrayera, como volver hacia dentro
pero por necesidad. En ese preciso momento nació en mí un miedo que me bajaba
la energía y me producía querer quedarme encogida. Reconocía dentro de ese
miedo, otra capa más, el miedo a no ser querida, aunque no exactamente así, es el miedo a que el mundo no me quiera. Y soy
consciente de que, representada de formas muy diversas, es un patrón o registro
que muchos de nosotros llevamos grabados en nuestro interior.
Sé que este es un
tema que he traído a esta vida. He tenido viajes durante el sueño que me han
mostrado que todavía estaba ahí esa frecuencia, pero a pesar de verlo en muchos
momentos, no conseguía reconocerlo, sentirlo, revivirlo para “saberlo”. En ese
momento empezábamos la partida y necesitaba sacar un cinco para salir de casa,
para iniciar mi partida. Consiguieron salir todos los que jugaban conmigo, los
cinco en los dados parecían ser amigos de todos menos de mí. Pasó un buen rato
y no me salía ningún cinco e identifiqué esta experiencia externa como un
mensaje sincrónico de sanación. No conseguía salir de casa, del espacio donde
estaba al resguardo de que me matasen, o de tener que iniciar mi viaje, mi
camino, lleno de posibles obstáculos, inseguridades, indecisiónes, dudas, miedos…
Cuando por fin llegó
el cinco, algo que tuve que pedir a mi dado con insistencia y sobretodo
confianza, salí e inicié mi recorrido. Qué curioso que no quería apartarme de
la casilla de seguro. Tiraba con la esperanza de que me salieran los números
que necesitaba para llegar a un seguro y que no peligrara mi supervivencia. Los
demás corrían por el tablero con 6, 5 y yo andaba paso a paso, 1, 2, sin
avanzar, solo esperando llegar a la casilla donde no pudieran matarme. Llegó un
momento donde todas mis fichas estaban
en seguro. Me sentía realmente mal, deprimida. Fue una imagen global de mi vida,
de un importante registro. Todo ocurría sobre el tablero de manera que nada
peligrara, sin riesgo. He de decir que según fue funcionando el juego, fui
pasando por las diferentes fases de mi vida, reconociendo el cambio que se ha
ido sucediendo, cómo he ido arriesgando, dejando de sujetarme en supuestas
seguridades.
Seguimos el juego y,
empezaron a matarme fichas. En un momento tenía todas las fichas en casa, la
mitad dentro y las otras en el seguro de la casilla de salida!!! Estuvieron
matándome fichas una y otra vez con el mensaje de la necesidad de la vuelta a
casa. La vuelta a casa la sentía como recogerme, con el miedo a no ser
aceptada. La vuelta a casa era estar dentro, sola conmigo misma. Todo fruto del
miedo. Pude reconocer la creencia “el mundo me rechaza, no conseguiré que me
acepte” o algo así. Era el miedo a salir al mundo y lo relacioné con mi
nacimiento. Me dijo mi madre que me puse de culo para nacer (que venía de
nalgas). Andaría yo pensando “¿por donde se vuelve para de donde vengo, mi
hogar?” Sin embargo, en cuanto el médico me cogió y me dio la vuelta, no me
resistí, y nací. Y ese es mi patrón o ha sido durante años. Ante las
propuestas, primero pienso que no, que no lo haré, que no quiero, y después me dejo y digo ¡sí!
De pronto siento que sí quiero!
Qué más decir que
acabé la partida encogida, anonadada por todo lo que había sentido, conectando
con mis patrones, y con la consciencia clara de un registro que, paso a paso,
me ha sido revelado porque deseo sanarlo, trascenderlo.
Es realmente
especial, hermoso, reconocer al universo en marcha, hablándonos a través de
todo. Lo único que necesitamos es estar queriendo abrirnos, escuchar, transformarnos
y permitirnos dejar paso a esa Luz, permitir fluir al Amor del Corazón, porque
es él el que atraviesa todas nuestras historias, y nos despierta, y nos obliga
a abrir los ojos y ver nuestra verdadera dimensión espiritual, actuando aquí en
la materialidad, en la Tierra, y, en este caso, a través de una partida de
parchís, difícil e intensa, pero llena de mensajes ciertos.
Estaría genial
plantearnos utilizar el tablero del parchís y el juego como un método de
sanación y situarnos en la partida cual constelación, percibiendo y calibrando
nuestra energía en cada nuevo movimiento, descubriendo en cada momento una
nueva opción y el gran potencial cuántico con el que cuenta el ser humano y que
se despliega al tirar los dados, una y otra vez.
Ana ,lo encuentro genial. Es un escrito hermoso y lleno de veracidad.Es de una simplicidad conmovedora y me han entrado ganas de jugar a observar el azar,que como bien tu comentas es puro reflejo de nuestras existèncias.
ResponderEliminarGracias hermosa, te amo tal como eres de todo corazón.
Marta