SE NOS OLVIDÓ
AGRADECER
Estamos en un Año 5 (2012= 2+1+2) que procede del 14 (2+12), un año para profundizar en el sentimiento de agradecimiento, descubrir la alegría de vivir y llegar a la adaptación completa a la vida en nuestra divina Tierra.
El siguiente escrito es una experiencia personal después de haber recibido el mensaje de recordar agradecer en una sesión individual de sanación, y espero que pueda resonaros y descubrir algo nuevo.
"Mientras siento este patrón, siento que me ensancho sin
parar, como si al obturárseme la respiración y necesitar coger más, tuviera que
agrandarme y encontrar espacio, me entra calor, y rabia, porque es un patrón
feo que me sintoniza con aspectos de mi familia y de su estructura energética,
pero quizás también con otros. Como si no tuviera espacio para respirar . Veo
como una mano en una supuesta corbata, desapretándose por el ahogo, necesitando
coger aire. Me da sed y al mismo tiempo me cae mal lo que bebo, tengo ansiedad
de beber cerveza o algo que no sea agua, me conecta con la adicción, algo de
desespero y adicción a algo que se lo aplaque. Se me junta en el plexo,
estómago, esófago y permanece un bloqueo enorme ahí en el centro del cuerpo que
me debilita la espalda y la expresión. Veo necesidad de expresar, de
reivindicar y esto me conecta a mi padre, todas las verdades que no habrá
podido decir y se ha tragado, literalmente. No debe quedarle espacio libre para
su verdad, para sus palabras, tanto callar y aguantar y tragar, abusos, falta
de respeto, falsedades y mentiras. Esta
energía fea sube hacia arriba apretando mi cabeza, y como atrapada en mis oídos
y huesos del cráneo, no puede acabar de tirar hacia arriba y salir, irse.
Pienso en que estaré procesando el patrón paterno, trascendiéndolo,
y en ese momento agradezco a mi padre todo lo que me enseña de una manera tan
sutil. Siento que en mi herencia de su patrón, he de lidiar con mis atropellos,
necesidad de hablar por encima de otras personas, no dejar hablar, la
prepotencia de mi padre en su ingenuidad, como defensa y forma de pedir ser
escuchado. Enjuiciar o saltar o reaccionar antes de esperar, la pérdida de la
armonía, la falta de serenidad y la necesidad de madurar mis respuestas y
actuaciones. Hay que reposar lo que te llega, sin reaccionar, ni escuchar, que
en este caso quiere decir no darle valor, hasta que llega un momento en que ni
lo oyes, pasa desapercibido, no te alteras. Esa es la madurez de la que hablo,
no reaccionar sin tener que controlar o reprimir, sino porque ya no te afecta
lo que te dicen, no resuenas con ello. Y eso no quiere decir que no esté atenta
a los mensajes del exterior, si, siempre descubriéndome a través de la visión
del otro, sin creérmelo pero sí tomando nota, por lo que pueda mejorar. Creo
que siempre hay algo de verdad en cómo te ven los demás, siendo conscientes de
que es su visión y no la verdad. Es bueno aprovecharlo todo para crecer.
Sé que eso que noto como una bola de energía negativa,
pueden ser las cosas, palabras, acusaciones que mi padre ha tenido que tragarse
para mantener su puesto de trabajo, reprimiendo lágrimas y abuso, para poder
seguir viviendo en familia con nosotros y no abandonarnos, a pesar de los malos
tratos y de la soledad con la que vivió
muchas de las circunstancias familiares.
Se hartó de oír, por otro lado, palabras tan feas,
gritos, desarmonías y conflictos constantes, creo que para él la vuelta al
hogar era la vuelta al patíbulo, a críticas exacerbadas y callar para no saltar
y montar un buen follón o mostrarse agresivo. Tampoco comprendió ni hizo por
comprender a mi madre, ni a nadie, creo. Como con una inocencia algo débil, que
permitía que pasara lo que fuera como manteniéndose aparte de todo, sin
implicarse. Sin inculcarnos disciplina, organización, estímulo. Sin embargo
este pasado año descubrí en sus frecuencias, el miedo que pasó de que nos pudiera
pasar algo malo, una desgracia. Por fuera nunca lo hubiera dicho. Realmente su
vida estuvo enfocada a trabajar y dormir para poder volver a trabajar y aguantar,
malos rollos, cansancio, etc. Nunca expresó, o pocas veces, no se puso en su
sitio, no puso límites, no marcó su terreno emocional, no conectó con esos
agravios, muy muy intensos. Es una forma de defenderse, de no querer entrar en
conflicto, porque realmente la contrincante rozaba la locura, una locura con
base, con razones y era mejor callar y aguantar. Pero cuando callas y aguantas
tantos años, tragas y tragas porquería, dolor, silencio, sacrificio, tristeza,
llanto, llanto que nunca puedes expresar después. Nunca nos defendió a ninguno
de nosotros, ni a mi madre frente a su familia, no la apoyó, no estuvo a su
lado, no la hizo sentir parte, no hizo de mediador entre nosotros y su familia
de origen. No supo defender lo que era fruto de su sangre, ni su papel, ni su
lugar.
Cuántas cosas hay que no sabemos ni sabremos de los
nuestros. Por mucho que creamos saber de ellos, son meramente apariencias. La
verdad, está soterrada en sótanos de miedo, terror a veces. Y más en una época
en que había que reprimir tanto, no dejar saber, ocultar lo que no era bien
visto, llegando un punto donde de verdad creías que habías hecho tantas cosas
mal o tanto daño a otros. Y es toda esa realidad oculta, toda esa necesidad de
expresión reprimida, todo ese carácter doblegado, lo que anda pulsando debajo
de nuestras arterias, en nuestros úteros, en nuestras piernas. Cuando dolor
escondido, cuantos cuerpos doloridos, aterrados, inexpresivos, cuanta
sexualidad malentendida, cuanta naturalidad perdida y cuantos sueños dormidos a
los que nos cuesta despertar.
Y nos preguntamos por qué nuestros hijos duermen mal,
porque son hiperactivos, o porque viven fuera de la realidad. Porqué no
colaboran o por qué no sintonizan con nuestros preceptos y creencias. Porqué no
se encuentran bien. Ellos son verdad, esencia, don, y no comprenden consciente
o inconscientemente toda esa carga llena de dureza, de lágrimas, de pérdidas,
de trampas, de juicios, de asesinatos, de abusos, de maltratos, de abandono, de
carencias, de desamor que perciben en nuestras estructuras, en nuestros
registros, en nuestras herencias, en nuestra vida. Ellos lo perciben todo. Y no quieren entrar en estas
frecuencias llenas de dolor y desarraigo, no pueden vivir con ellas, sumergirse
en ellas. Muchas veces hay negación de la vida en la Tierra y si encarnan, pierden la conexión con su
espíritu, olvidan quiénes son y a qué han venido, algo que nosotros hicimos al
poco tiempo de llegar aquí, a la Tierra, a nuestros cuerpos. Ellos no lo harán,
y si les medicamos u obligamos a arrastrar nuestras cargas, morirán, física, moral, emocional, mental o espiritualmente.
Estamos en un momento de expresar verdades únicas,
comunes al resto, pero individuales. Lágrimas de muchos colores y tonalidades.
Destierros afectivos, invasiones del alma, espíritus que sobrevuelan nuestras
cabezas sin encontrar el camino para traer su luz a nuestra vida porque no
quieren encarnar, porque al hacerlo han de asumir todas nuestras locuras,
nuestras dictaduras, nuestra falta de sentido, nuestro estrés, y toda esa falta
de amor y cuidado con la que abusamos de nosotros mismos y desconsideramos el
regalo de existir con el que día a día nos bendice la existencia.
Se nos olvidó agradecer la vida, se les olvidó a nuestros
ancestros cuando se vieron enfrentados a la muerte, a la frustración, a sus
experiencias difíciles de vida. Y es importante que ahora nosotros,
reinstauremos el hábito y la alegría del agradecer, del celebrar, del acto del
dar gracias por todo, lo bueno y lo que no nos lo parece tanto, para cambiar
esas herencias y abrirnos a la vida, a la experiencia de estar aquí, y hacer
partícipes a nuestros niños de esa bienvenida a nuestro mundo, que contiene en
realidad, tantas y tantas frecuencias llenas de potencial, valiosas y bellas.
Me gusta recordar, que soy hija de la Madre Tierra…"
Podemos encontrar en puntos de nuestro sistema de energía, esos registros de abandono de las ganas de vivir, de negación de la vida, de desconexión de la Tierra, de deseos de no existir. Y esos registros los recibimos de nuestros antepasados como herencia ancestral para sanarlos y poder liberarnos de su carga y sentir esa gratitud por la oportunidad que supone la vida. Con esa sanación y liberación permitimos al flujo energético correr por nuestras venas sabias en nuestros cuerpos, iluminamos nuestras experiencias de vida, comprendemos y sentimos otras cosas, uniendo las ganas de vivir al sentimiento del Amor espiritual, produciéndose una adaptación y arraigue, una reconexión total con todo lo natural...con la Madre-Vida...
Trabajos o sesiones de constelaciones familiares, bioenergética taoísta, sanación y transformación, nos ayudan en este proceso maravilloso que supone abrirse a la recepción de la Tierra, llegando al Cielo con la expresión de la gratitud y el amor por todo lo dado.
Si necesitas información sobre las sesiones o cualquier otra consulta, puedes escribirme un mail:
ana.villanueva.quilez@hotmail.com
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