sábado, 26 de mayo de 2012

Año 5, EL AGRADECIMIENTO Y LA ADAPTACIÓN


SE NOS OLVIDÓ AGRADECER
Estamos en un Año 5 (2012= 2+1+2) que procede del 14 (2+12), un año para profundizar en el sentimiento de agradecimiento, descubrir la alegría de vivir y llegar a la adaptación completa a la vida en nuestra divina Tierra.
El siguiente escrito es una experiencia personal después de haber recibido el mensaje de recordar agradecer en una sesión individual de sanación, y espero que pueda resonaros  y descubrir algo nuevo.

"Mientras siento este patrón, siento que me ensancho sin parar, como si al obturárseme la respiración y necesitar coger más, tuviera que agrandarme y encontrar espacio, me entra calor, y rabia, porque es un patrón feo que me sintoniza con aspectos de mi familia y de su estructura energética, pero quizás también con otros. Como si no tuviera espacio para respirar . Veo como una mano en una supuesta corbata, desapretándose por el ahogo, necesitando coger aire. Me da sed y al mismo tiempo me cae mal lo que bebo, tengo ansiedad de beber cerveza o algo que no sea agua, me conecta con la adicción, algo de desespero y adicción a algo que se lo aplaque. Se me junta en el plexo, estómago, esófago y permanece un bloqueo enorme ahí en el centro del cuerpo que me debilita la espalda y la expresión. Veo necesidad de expresar, de reivindicar y esto me conecta a mi padre, todas las verdades que no habrá podido decir y se ha tragado, literalmente. No debe quedarle espacio libre para su verdad, para sus palabras, tanto callar y aguantar y tragar, abusos, falta de respeto, falsedades y mentiras.  Esta energía fea sube hacia arriba apretando mi cabeza, y como atrapada en mis oídos y huesos del cráneo, no puede acabar de tirar hacia arriba y salir, irse.


Pienso en que estaré procesando el patrón paterno, trascendiéndolo, y en ese momento agradezco a mi padre todo lo que me enseña de una manera tan sutil. Siento que en mi herencia de su patrón, he de lidiar con mis atropellos, necesidad de hablar por encima de otras personas, no dejar hablar, la prepotencia de mi padre en su ingenuidad, como defensa y forma de pedir ser escuchado. Enjuiciar o saltar o reaccionar antes de esperar, la pérdida de la armonía, la falta de serenidad y la necesidad de madurar mis respuestas y actuaciones. Hay que reposar lo que te llega, sin reaccionar, ni escuchar, que en este caso quiere decir no darle valor, hasta que llega un momento en que ni lo oyes, pasa desapercibido, no te alteras. Esa es la madurez de la que hablo, no reaccionar sin tener que controlar o reprimir, sino porque ya no te afecta lo que te dicen, no resuenas con ello. Y eso no quiere decir que no esté atenta a los mensajes del exterior, si, siempre descubriéndome a través de la visión del otro, sin creérmelo pero sí tomando nota, por lo que pueda mejorar. Creo que siempre hay algo de verdad en cómo te ven los demás, siendo conscientes de que es su visión y no la verdad. Es bueno aprovecharlo todo para crecer.
Sé que eso que noto como una bola de energía negativa, pueden ser las cosas, palabras, acusaciones que mi padre ha tenido que tragarse para mantener su puesto de trabajo, reprimiendo lágrimas y abuso, para poder seguir viviendo en familia con nosotros y no abandonarnos, a pesar de los malos tratos  y de la soledad con la que vivió muchas de las circunstancias familiares.
Se hartó de oír, por otro lado, palabras tan feas, gritos, desarmonías y conflictos constantes, creo que para él la vuelta al hogar era la vuelta al patíbulo, a críticas exacerbadas y callar para no saltar y montar un buen follón o mostrarse agresivo. Tampoco comprendió ni hizo por comprender a mi madre, ni a nadie, creo. Como con una inocencia algo débil, que permitía que pasara lo que fuera como manteniéndose aparte de todo, sin implicarse. Sin inculcarnos disciplina, organización, estímulo. Sin embargo este pasado año descubrí en sus frecuencias, el miedo que pasó de que nos pudiera pasar algo malo, una desgracia. Por fuera nunca lo hubiera dicho. Realmente su vida estuvo enfocada a trabajar y dormir para poder volver a trabajar y aguantar, malos rollos, cansancio, etc. Nunca expresó, o pocas veces, no se puso en su sitio, no puso límites, no marcó su terreno emocional, no conectó con esos agravios, muy muy intensos. Es una forma de defenderse, de no querer entrar en conflicto, porque realmente la contrincante rozaba la locura, una locura con base, con razones y era mejor callar y aguantar. Pero cuando callas y aguantas tantos años, tragas y tragas porquería, dolor, silencio, sacrificio, tristeza, llanto, llanto que nunca puedes expresar después. Nunca nos defendió a ninguno de nosotros, ni a mi madre frente a su familia, no la apoyó, no estuvo a su lado, no la hizo sentir parte, no hizo de mediador entre nosotros y su familia de origen. No supo defender lo que era fruto de su sangre, ni su papel, ni su lugar.
Cuántas cosas hay que no sabemos ni sabremos de los nuestros. Por mucho que creamos saber de ellos, son meramente apariencias. La verdad, está soterrada en sótanos de miedo, terror a veces. Y más en una época en que había que reprimir tanto, no dejar saber, ocultar lo que no era bien visto, llegando un punto donde de verdad creías que habías hecho tantas cosas mal o tanto daño a otros. Y es toda esa realidad oculta, toda esa necesidad de expresión reprimida, todo ese carácter doblegado, lo que anda pulsando debajo de nuestras arterias, en nuestros úteros, en nuestras piernas. Cuando dolor escondido, cuantos cuerpos doloridos, aterrados, inexpresivos, cuanta sexualidad malentendida, cuanta naturalidad perdida y cuantos sueños dormidos a los que nos cuesta despertar.
Y nos preguntamos por qué nuestros hijos duermen mal, porque son hiperactivos, o porque viven fuera de la realidad. Porqué no colaboran o por qué no sintonizan con nuestros preceptos y creencias. Porqué no se encuentran bien. Ellos son verdad, esencia, don, y no comprenden consciente o inconscientemente toda esa carga llena de dureza, de lágrimas, de pérdidas, de trampas, de juicios, de asesinatos, de abusos, de maltratos, de abandono, de carencias, de desamor que perciben en nuestras estructuras, en nuestros registros, en nuestras herencias, en nuestra vida. Ellos lo perciben  todo. Y no quieren entrar en estas frecuencias llenas de dolor y desarraigo, no pueden vivir con ellas, sumergirse en ellas. Muchas veces hay negación de la vida en la Tierra y  si encarnan, pierden la conexión con su espíritu, olvidan quiénes son y a qué han venido, algo que nosotros hicimos al poco tiempo de llegar aquí, a la Tierra, a nuestros cuerpos. Ellos no lo harán, y si les medicamos u obligamos a arrastrar nuestras cargas, morirán, física,  moral, emocional, mental o espiritualmente.
Estamos en un momento de expresar verdades únicas, comunes al resto, pero individuales. Lágrimas de muchos colores y tonalidades. Destierros afectivos, invasiones del alma, espíritus que sobrevuelan nuestras cabezas sin encontrar el camino para traer su luz a nuestra vida porque no quieren encarnar, porque al hacerlo han de asumir todas nuestras locuras, nuestras dictaduras, nuestra falta de sentido, nuestro estrés, y toda esa falta de amor y cuidado con la que abusamos de nosotros mismos y desconsideramos el regalo de existir con el que día a día nos bendice la existencia.
Se nos olvidó agradecer la vida, se les olvidó a nuestros ancestros cuando se vieron enfrentados a la muerte, a la frustración, a sus experiencias difíciles de vida. Y es importante que ahora nosotros, reinstauremos el hábito y la alegría del agradecer, del celebrar, del acto del dar gracias por todo, lo bueno y lo que no nos lo parece tanto, para cambiar esas herencias y abrirnos a la vida, a la experiencia de estar aquí, y hacer partícipes a nuestros niños de esa bienvenida a nuestro mundo, que contiene en realidad, tantas y tantas frecuencias llenas de potencial, valiosas y bellas.
Me gusta recordar, que soy hija de la Madre Tierra…"
Podemos encontrar en puntos de nuestro sistema de energía, esos registros de abandono de las ganas de vivir, de negación de la vida, de desconexión de la Tierra, de deseos de no existir. Y esos registros los recibimos de nuestros antepasados como herencia ancestral para sanarlos y poder liberarnos de su carga y sentir esa gratitud por la oportunidad que supone la vida. Con esa sanación y liberación permitimos al flujo energético correr por nuestras venas sabias en nuestros cuerpos, iluminamos nuestras experiencias de vida, comprendemos y sentimos otras cosas, uniendo las ganas de vivir al sentimiento del Amor espiritual, produciéndose una adaptación y arraigue, una reconexión total con todo lo natural...con la Madre-Vida...
Trabajos o sesiones de constelaciones familiares, bioenergética taoísta, sanación y transformación, nos ayudan en este proceso maravilloso que supone abrirse a la recepción de la Tierra, llegando al Cielo con la expresión de la gratitud y el amor por todo lo dado.

Si necesitas información sobre las sesiones o cualquier otra consulta, puedes escribirme un mail:

ana.villanueva.quilez@hotmail.com

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