UNA EXPERIENCIA DE SANACIÓN PERSONAL
Quiero permitirme sentir el miedo para corregir mi hábito inconsciente de ocultarlo, de esconderlo. Perpetuarlo es el inicio de un desequilibrio que cobra forma paso a paso, día a día sin hacerme consciente de ello. Aumenta con cada aliento y encuentra fuerza en mis talentos sin fruto, mis esperanzas paradas y mis hábiles intentos de cambiar sólo con el pensamiento.
Y cómo encontrar la fuerza insistente de abrirlo y permitirlo fluir sin juzgar y sin dudar de que él, en realidad no existe. Aceptar que es fruto de mis vanos intentos, energías gastadas en esperar, descubrimientos falsos sobre mi yo empoderado de una verdad sin fondo que me cuantifica en lugar de abrirme paso a lo desconocido para alumbrar el camino.
Te amo miedo fluido, a pesar de mi deseo de ocultarte eternamente, encontraste la patada que abrió una puerta singular, la que me abrió los ojos a tu verdad, a la que ya no sentía, no conocía, no quería. Lujo el poder haberte visto y sentido intenso, hasta desmoronar todas mis barreras, en forma de dolor, de corrección, de sensatez. Hoy todo ha caído y te observo con ojos incrédulos, porque has sabido desmontar los muros más cerrados de mi alma.
Siento agradecimiento infinito por descubrirte, por descubrirme. Todo lo que me aterra es la fuente de mi poder. Desconocía el coraje, el valor, la fuerza y el ímpetu de tu energía. Hoy te conozco. Largos años estuve observándote sin poderte dar paso, no podía, eras tan grande… Y hoy has vencido solo, sin avisar, sin preguntar si era el mejor momento, sin calcular, sin prevenir, sin dogmatizar, sin escribirme, sin hablarme. Has entrado de un portazo y esa puerta no se cerrará ya jamás. Permanezco de par en par a sentirte, a verte, a que me atravieses y me desplomes.
Te amo miedo porque eres mío. Nadie lo puso ahí. Formas parte de mi historia y mis ancestros. Eres puente de comunicación, palabra en voz alta, reencuentro. Abres puertas sin llave, candados y fortalezas antiguas.
Gracias. No volveré a ser la misma. Ya no. Percibirte y dejar que la locura, la paranoia, la persecución, la soledad, la pequeñez, la indefensión, el tiempo, hayan clavado sus pupilas en mí, ha despejado un corazón que latía solo, escondido, rebosante y dudoso.
Hoy me entrego, me abro y fluyo permanentemente. No quiero esconderte, disimularte de nuevo, no creerte. Prefiero morirme de miedo, dejarte avanzar, observarte y no contenerte, temblar, llorar, apretar, sujetarme para no caer, quiero verte porque eres mío. Nadie te puso ahí. Eres fruto de mi herencia y contienes a todos los que he amado alguna vez. Has apretado tan fuerte que no podía correr y has atravesado mi mundo y me has ofrecido a mi verdadero Ser. Toda la luz que escondías, todas mis mentiras sobre mí misma, todos los engaños y también los desengaños.
He pintado sobre ti y sobre mí, y he descubierto que:
Tengo miedo.
Miedo de sentir el amor.
Miedo de salir de dentro.
Miedo a la soledad.
Miedo de no aguantar…
Miedo de cargar con…
Miedo de perder a…
Miedo de perder la luz.
Miedo de nacer.
Miedo de no saber marchar.
Miedo de no querer marchar.
Miedo de no saber amar.
Miedo de no dar.
Temor a experimentar.
Temor a dar y a fluir.
Temor a no poder avanzar.
Miedo a crecer.
Miedo al dolor.
Miedo a abrir.
Miedo a latir.
Miedo a ser ángel…
Te descubro y me reconozco. Y me siento parte de los miedos del mundo, miedos que comparto con muchos, con todos.
Gracias miedo, por dejarte ver.
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